El amigo Javier T a dado la mejor entrada a este blog que se podia hacer

Válame Dios, que de entre el puñado de sufridas senderistas que cada domingo acometen a la indómita Naturaleza, bregando contra vientos y laderas, andan despuntando ya las dos nuevas adalides de las hispanas letras, en pos de los pasos y gloria de la Matute.Y como rectificar es de sabios, parece de justicia que yo, otrora promotor de la sublime Jacque hacia el olimpo de la nonata Gacetilla Andariega, demande ahora una Redacción bicéfala para ese espejo bloguero en donde han de reflejarse las nuestras aventuras y desventuras de Los Hacendado, y que habrá de convertirse en incruento campo de batalla para el sin par duelo, que se adivina, entre esas esforzadas y valerosas plumas, a cuál más gentil e ingeniosa.Que el Altísimo guarde por muchos años sus ágiles cabezas y buenas manos.

sábado, 30 de abril de 2011

Empiezo a escribir el Martes, 26 de abril de 2011.
No es fácil describir las sensaciones del domingo pasado cuando nos reunimos al terminar la ruta, porque siempre es complicado poner negro sobre blanco las emociones y los sentimientos. Y esta vez han sido emociones fuertes y sentimientos intensos. Sin embargo, necesito intentarlo antes de que la vida diaria consiga que se diluyan y se transformen solo en un recuerdo.
Los Montes Universales es uno de los parajes naturales más hermosos y desconocidos de la península, y Chimo lo sabe. ¿Cuántas veces hemos podido pisar la hojarasca de un bosque como ese? ¿Dónde hemos pasado de andar bajo los pinos a vadear un río, atravesar a continuación un pueblo y subir un cañón media hora después? ¿O cuándo hemos andado durante tantos kilómetros sin encontrar a nadie? Hace mucho tiempo que al jefe le obsesiona ese lugar. Imagino que este fin de semana ha cumplido un sueño. Uno pequeñito, aunque sea.
Pero hoy he estado trabajando todo el día solo, metido en la planta cuarta de un garaje subterráneo. Nueve horas enfrascado en mis pensamientos, sin música, ni noticias, ni nadie con quien hablar. Y, a toro pasado, me he dado cuenta de que dónde hemos estado me la trae un poco al pairo. Un magnífico fondo verde, marrón y gris, empapado de aroma a tomillo y vegetación húmeda, aire abierto hasta donde alcanza la vista. Pero me da que hubiéramos disfrutado igual cruzando el desierto del Gobi (no te lanzes, Chimo, es sólo una forma de hablar) o recorriendo la Gran Vía Germanías en pololos.
Hubiera dado lo mismo. En cualquier sitio donde estuviéramos Constanza sería una cabra loca, gritona, gamberra, cabezota y neurótica... y perspicaz, generosa, luminosa, espontánea, ingeniosa, divertida y otra vez gamberra. Todo el monte para tí, tía, hasta donde seas capaz de marcarlo. Este Chimo sabe lo que se hace: dos meses organizando carnicerías le bastan para ligarse a la rubia.
Silvia, hermosa, oírte lamentarte estos días sobre tu estado de forma ha sido descorazonador. Ahora que nadie nos oye. No sé cómo se dice esto en Murcia, así que te lo diré de la única forma que se me ocurre: lo tuyo basta para ponérsela dura al Obispo de Calomarde. Que los tontos que andamos por este mundo no tengamos los huevos y la sensatez de tirarte los trastos no es un problema tuyo, sino nuestro. Arriba ese ánimo y sigue haciendo bien las cosas que sabes que estás haciendo bien.
Xelo, dicen que las mejores esencias vienen en frasco pequeño. Si yo tuviera la mitad de la energía y la determinación que tienes tú me construiría un chaletito con cajitas de cerillas. Y me daría tiempo de reírme todo el rato de los funcionarios que no trabajan. Bien visto, Alfredo, compañero de alopecias. ¡Te quiero, tío! ¡Tomp, tomp! Golpes en el pecho. Os debo un cafelito.
Beni, si lees esto no te asustes. Es normal. Si vuelves un par de veces más lo entenderás mejor. Y mejor que vuelvas, que en esta secta se entra fácil pero se sale con agujetas.
Los que ya sufrimos de toda una generación completa detrás nuestro solemos creer que cuanto más jóvenes mayor proporción de capullos. No debe ser verdad. A las pruebas me remito. Un día aparece un tipo de la nada, así, como quien no quiere, y al rato parece que ha estado siempre ahí. Un compendio de sensatez y buenas vibraciones. Todo un misterio. A pesar de ello, a ratos, un instinto atávico me asalta: “acaba con él, lanza su cuerpo a un pozo y hazlo desaparecer”. No hay cuidado, Agustín corre mucho más. Y además tiene la piel suave que enamora. Agus, estamos intentando erradicar el pollo de nuestras vidas, pero no te puedo prometer nada.
Francesc, cuando acabes con la fase de documentación empieza a escribir la biografía de la Tribu Acendado. ¡Qué cabrón! Poco a poco, discretamente y sin que seamos conscientes, sabe de nosotros hasta las cosas que ya se nos habían olvidado. El otro día, antes de darme cuenta, le había contado mi vida. Discreción, esa es la palabra. ¡Tomp, tomp! Más golpes en el pecho. Contra todo pronóstico cada día me divierto más contigo. No cambies nunca.
Hum... ¿Falta alguien? ¡Oh, vaya! Casi me dejo a Jacqueline...
Pues al final va a ser que las esencias excepcionales vienen en el envase que les da la gana. ¿Alguien se dio cuenta de que en cuatro días apenas vimos el sol? Ni falta que hizo el sol: Jacque estaba allí. No se me ocurre nada más que añadir, excepto pedirte disculpas. Después de tres días de buen rollo, cánticos, orquestas sinfónicas y de las de Ray Conniff, bailoteos (¡uy, se me escapó!) y simpatía a raudales, la última jornada casi no te dirigí la palabra. No fueron las ampollas, fue un bajón de ánimo, pero no te lo merecías. Ni por asomo.

¿Y ahora, qué? Tengo un problema: a mí ya no me sirve una escapada cada dos semanas para subir una montaña, comernos una tortilla y tomarnos un café. Ni siquiera cuatro días compartiendo cama, mantel y mochila. En esta ocasión ha habido un cambio. Sutil, pero real.
Quiero quedar a tomar un café porque sí, en cualquier momento. Quiero hablar de la música que me gusta, o de la que no aguanto. No quiero enterarme del percance que ha sufrido alguien diez días después de ocurrir, cuando no se apunte a la siguiente excursión. Quiero cocinar uno de esos arroces al horno que tanto os gustan, pero en mi casa, un día que llueva y no podamos salir. No quiero ignorar qué problemas os agobian, no fuera que tuvieran solución. Quiero que nos tomemos unas bravas con cervecita en el mercado dominical de mi pueblo (que no es mío, solo alquilado). Quiero aprender lo que pueda de todas vosotras, y de vosotros también.
Porque nada es eterno, y me jodería ir perdiéndoos de vista solo por dejar de acudir cada quince días a las Rutas de Chimo.
Todo cambia y nada se repite como ya ha sucedido. Vamos a tener que inventar cosas nuevas.
¡Tomp, tomp, tomp!
Manolo el Trufas.

2 comentarios:

  1. Pues... casi dejo de hablarte, pero de la emoción. Ya apuntabas maneras de buen escritor en los comentarios de la página, pero hoy te has salido.
    Un beso enorme trufas.
    P.D.: Tendremos que comernos ese arrocito je je.

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  2. que llueva, que llueva, la virgen de la cueva.... los pajaritos cantan...ummmmmmmmmmmm arroz al horno si llueve? ummmmmmmmmmmmmmm
    pero que caiga una tromba con chuzos de punta incluidos eh? que si no no hay excusa para no hacer ruta!
    ay! ay! aY! mi corazon dividido entre las rutas de mi guia ( a veces pienso que espiritual)y un arroz al horno de nuestro chef el trufas! Situacion dificil! Muuuuuuuuuuuucho ha de llover! pero la esperanza es lo ultimo que se pierde no? Habra trufas? Y rosas rojas? jejejeje.
    Eres un chico estupendo, Manolo. Creetelo!

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