El amigo Javier T a dado la mejor entrada a este blog que se podia hacer

Válame Dios, que de entre el puñado de sufridas senderistas que cada domingo acometen a la indómita Naturaleza, bregando contra vientos y laderas, andan despuntando ya las dos nuevas adalides de las hispanas letras, en pos de los pasos y gloria de la Matute.Y como rectificar es de sabios, parece de justicia que yo, otrora promotor de la sublime Jacque hacia el olimpo de la nonata Gacetilla Andariega, demande ahora una Redacción bicéfala para ese espejo bloguero en donde han de reflejarse las nuestras aventuras y desventuras de Los Hacendado, y que habrá de convertirse en incruento campo de batalla para el sin par duelo, que se adivina, entre esas esforzadas y valerosas plumas, a cuál más gentil e ingeniosa.Que el Altísimo guarde por muchos años sus ágiles cabezas y buenas manos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

mi primera travesia en el pirineo aragones-ordesa

Por Constanza:


Travesía circular del puerto de Bujaruelo a mazizo de Vignemale (España-Francia)

15 junio 2011
Por fin, una vez realizado mi exámen de certificación de inglés, recogemos a Agustín en la estación de tren de Sagunto, después de haber recibido mas de 4 llamadas de él, a lo largo de la tarde. Son las 20:20 horas y en el coche hay histeria colectiva. Tanto que a las 21:13, Agustín se toma el primer ibuprofeno. Para celebrarlo vamos!
El viaje transcurre sin prisas pero con nervios. Paramos a dormir en un hotel de Zuera a las 2 de la madrugada, en el que pretenden cobrarnos de más pero... no lo consiguen!

16 junio 2011
A las 7:30 de la mañana salimos duchaditos del hotel (menuda sudada hemos pillado esta noche) y con un sueño de mil pares.
Hasta que no pasamos Nuero, no empieza un bonito paisaje (tengo nuero que no he dormido!)
Y ya en Sabiñanigo se vislumbran 2 picachos de muy bonita apariencia (jejejeje). Por supuesto en Gabin hay parada para café y al llegar al Puerto de Cotefablo uffffffffffffff, empieza a ser mayor el nerviosismo.
Al llegar al Torla, me quedo un pelín desencantada con las construcciones rurales. No imaginaba un pueblo tan turístico (pese a que Chimo me había advertido). Buscamos alojamiento en el camping en una cabaña junto a los baños. El camping está casi vacío! Biennnnnnnnnn!

17 junio 2011
5:30 salimos del camping San Antón y nos dirigimos al valle de Bujaruelo con el coche. Son unos kilómetros fantásticos donde empieza a amanecer con el ruido del agua y una vegetación que me deja sin habla (y eso que ayer tarde dimos una vuelta en coche por allí)
Comenzamos nuestra travesía de 4 días a las 6 de la mañana, dejando el coche en el refugio de Bujaruelo. Hacemos unas fotos de rigor, bromeando junto al coche y sobre el puente de piedra y empezamos a caminar por el Valle de Bujaruelo, donde descubro las primeras campánulas (Campanula cochearifolia), que días después volveré a encontrar en Goriz, y oigo el sonido de algún pífido. Me doy cuenta de la buena compañía que traigo y de lo mucho que juntos vamos a disfrutar y comienzo a soñar, acompañada por el resoplido entrecortado, motivado por mi esfuerzo, con los desniveles que vamos a superar y ese cruce de frontera tan ansiado. La subida es fuertemente empinada, pero nada comparable con la pendiente que nos espera a partir de la bifurcación. Abandonamos a la derecha una senda que se dirige al puerto de Bujaruelo y continuamos por la senda de la izquierda (Plana de Sandaruelo, que al cabo de muy poco, no tiene nada de plana. De echo a mi me parecerá menos fuerte, el puerto de Bujaruelo, unos días después)). La mochila que llevo sobre mi espalda me pesa enormemente y pienso en el esfuerzo que mis amigos están realizando también, puesto que, pese a su mejor constitución y preparación física, cuentan con un mayor peso sobre sus espaldas. Comenzamos a ver buitres leonados sobre nuestras cabezas y, pese al disfrute de la escena, me doy cuenta del gran acierto de dejar los prismáticos en el campamento base. Observo una pareja de collalbas grises y llego a la conclusión de que el disfrute de la observación de aves a simple vista en este lugar, es maravilloso. El entorno es mágico, especialmente cuando llegamos arriba y la niebla que venía siguiendo nuestros pasos desde el valle, hace una hora, comienza a envolvernos. Y de repente, ahí están! 5 ejemplares de la Flor de las Nieves (Leontopodium alpinum Cass subs alpinum), juntitas, pegaditas a la senda y saludándome tímidamente. Tengo que llamar a Chimo para que me confirme que se trata de ella pues mi corazón se acelera y no soy capaz de mirar objetivamente sus características. Ni siquiera realizo una foto, ni tomo un ejemplar (algo de lo que muchas veces, con posterioridad me he arrepentido, aunque no esté bien el decirlo).
La intensidad de la niebla crece y crece hasta que no conseguimos ver mas allá del pie que tenemos delante y nuestro guía montañero y espiritual (estoy segura de que para los dos) decide parar. Nos plantea el regresar y abortar la operación pero encuentra dos obstinados seguidores que con arrumacos y guiños consiguen postergar la decisión, proponiendo realizar una espera de una hora para ver que nos depara el destino. La prorroga se incrementa a dos horas, en las que pasamos frío y nos mojamos, pero reímos y somos muy felices al mismo tiempo. Nos preparamos nuestro propio refugio con las mochilas y los aislantes y nos abrigamos lo mejor que podemos. “Mis chicos” me protegen situándome entre medio de ellos, pero estoy tan feliz por estar aquí, que me delata mi inquietud y nerviosismo, cuando me levanto para realizar fotos. Y sí, ese momento queda inmortalizado, aunque cuando vea las fotos días después, me de cuenta de que no era necesario. Mi memoria, nuestras memorias, están llenas de los más vívidos fotogramas, y esos perduraran por siempre. Sin necesidad de cámaras fotográficas!.
Parece que la niebla comienza a disiparse muy tímidamente así que decidimos continuar. Y empezamos a dirigir nuestros pasos hacia el Ibón de Bernatuara a 2305 m (ese que tantos quebraderos de cabeza nos ha dado y nos va a seguir dando). Y es que no lo encontramos hasta que Chimo no se encuentra con uno de sus pies dentro de él. Lo rodeamos por su orilla buscando la senda que nos lleve a Francia, pero la niebla continua desorientándonos. Tomo una pequeñísima piedra como recuerdo, cuya forma me recuerda a la Península Ibérica, y que servirá días después y estoy segura de que meses y años, para recordar la vuelta completa que le damos al Ibón. Así que cruzar al otro país tiene su gracia. Y aún más cuando al llegar arriba, a la frontera, descubrimos una Francia soleada y a un par de italianos que vienen en contradirección y que se quedan atónitos cuando ven “que no ven nada”. Les advertimos del peligro, pero continúan.
Iniciamos nuestro descenso por el valle soleado de la Canau, que se dirige a Lourdes y en el camino descubrimos el refugio no guardado de Lourdes a 1947 m (que presenta muy buen aspecto desde fuera, aunque está ocupado), y a nuestras amigas las marmotas (Marmota marmota, Alpine marmot). Son enormes (55 cms y unos 7-8 kilos), graciosas, descaradas y se dejan fotografiar como si se tratara de modelos muy cotizadas. Debajo de las grandes piedras desparramadas por el valle, están las entradas de sus madrigueras y corretean entre los rebaños sin ningún temor. Son animales originarios de los Alpes e introducidos por cazadores franceses y sus únicos enemigos son algunas rapaces como el búho o el águila real, así que poco tienen que temer.

Seguimos bajando y bajando por el valle de Oulettes... hasta que la senda del GR, pasa a enlazar con la HRP girando hacia el oeste. Mi cansancio es insoportable pero aun quedan unas 3 horas para llegar al refugio guardado de Bayssellance, donde Chimo tiene idea de pernoctar. No quiero que no lleguemos por mi, no quiero!. Chimo y Agustín deciden llevar mi mochila hasta la subida al refugio pero a mi eso no me parece muy buena idea, por lo difícil que creo que puede resultar para ellos. Así que nos planteamos el dormir allí, en D`Ossoue (me apetece muchísimo despertar mañana en un enclave como este, pero no se si a ellos les gusta la idea y empezamos a hablarlo). La pequeña cabaña que queda un poco desviada de nuestro camino, ha sido ensuciada por el rebaño y es imposible dormir en ella. Así que la mejor idea es plantar la tienda y vivaquear. La tarde noche se convierte en otra escena inolvidable para mí: buena cena y mejor compañía. Caemos rendidos antes de que anochezca y dormimos de un tirón.

18 junio 2011
Despertamos muy pronto, a las 6 pero sopla un viento infernal. Así que “el guía” decide que esperemos un poco antes de desmontar el vivac. Al cabo de un poco más de una hora el viento ha cesado y el día esta claro y precioso. Desmontamos nuestro campamento e iniciamos la muy, muy fuerte ascensión. Nos damos cuenta de lo acertado de nuestra elección, eligiendo parar la tarde anterior justo a tiempo. Vamos cruzando agua de ríos procedentes del deshielo (Rou de Zapon, Rou Montferrat) y bastantes franceses, frescos como una rosa, nos adelantan. Han dejado el coche en un parking cercano y su ruta montañera consiste solo en subir al refugio. Ese refugio que nunca aparece. En su lugar presenciamos paisajes muy hermosos, la brecha de Rolando queda allá lejísimos, a nuestras espaldas. Se vislumbran también el Monte Perdido (donde haremos cumbre casi 15 dias después) y el Marboré (este quedará pendiente para una próxima cita con Ordesa).
En las montañas que nos rodean hay mucha nieve, y poco a poco vamos alcanzando alturas iguales y casi superiores a las de las nubes. La niebla queda en los hondos y el sol en las alturas. El cansancio “pica” mucho en las piernas, en la espalda y las cervicales... pero sobradamente vale la pena. Estoy emocionada con tanta belleza. Y me siento muy feliz de ver cómo mis amigos se preocupan por mí y no me pierden de vista. No pueden llevar mi lento ritmo porque de lo contrario se agotarían y eso hace que, en algunos momentos, me desmorone, pensando que ellos llevan una buena conversación y yo no tengo a nadie con quien hablar y compartir la emoción de cada paso. Pero mi carácter optimista me hace ver el buen equipo que formamos, lo acertado que fue decidir que Agustín y no otro, sería un gran compañero de viaje, que la convivencia sería buena y el viaje agradable. Me gusta mucho cómo nos llevamos los tres, entre nosotros, de dos en dos, cada pareja a su manera. En trío, a la perfección.

Aún queda media hora de camino según el cartel, pero mas de una hora con nuestro peso y mi ritmo y se aproxima la hora de la comida en el refugio. Chimo, que teme por que nos quedemos sin plaza para las viandas, ante el gran número de franceses que llevamos por detrás sin apenas peso en sus espaldas, le pide a Agustín que se adelante para reservar. Y Agustín, en un acto de valentía se lanza a la ascensión. No sabe que el cartel que lee “30 mm” no quiere decir 30 metros sino 30 minutos! Así que cuando empieza a subir a mayor ritmo con su mochilón, empieza a desesperar por encontrar el refugio, pero... por supuesto que consigue una plaza para que los tres comamos fenomenal.

Por el camino, coincidimos con gente muy maja: un grupo de vascos que bromean con las dimensiones de la mochila de Chimo, cuando nos ven descansando, mientras Agustín ha tomado la delantera. El ambiente montañero es genial y todavía más cuando en medio de tanto extranjero descubres a alguien de tu país. Con algún francés muy amable, también entablamos conversación. Ya sabéis, no hay que desperdiciar la oportunidad de aprender idiomas y hacer amigos!
Por fin llegamos al refugio de Bayssellance (2651 m), y oímos el silbido de nuestro querido amigo desde una gran piedra. Prueba conseguida! Descansamos., comemos y buscamos sitio para nuestra tienda. Lo dejamos desparramado todo y le hacemos nuestro regalo de cumpleaños a Agustín: 31 años y subida al Petit Vignemale (mi primer tres mil, cuya ascensión difícilmente olvidaremos Quino y yo). Allí bautizo a mi piolet como Pierre (para algo se ha estrenado en tierras francesas conmigo jeje). Me pongo los crampones por primera vez y descubro lo que es una nieve blanda, una sopa (en la bajada), la alegría de descubrir una pareja de armiños a mitad camino hacia su cima, la fantástica sensación de seguir a un experimentado que abre huella y nos enseña nuestros primeros pasos (paso francés, paso de pato...), la emoción compartida con mis amigos y unos franceses, al alcanzar la parte más alta, la euforia de conseguir bajar de un pico alto y maravilloso con nieve, sin daños importantes (aunque en la primera demostración que Quino nos hace sobre que hacer en caso de caída, se hace una herida en la parte inferior de la muñeca que podría haber sido un problema gordo...)

Y me doy cuenta de lo a gusto que me encuentro con “mis chicos”, de lo protegida que estoy con ambos, de que, con el suficiente entrenamiento en mi vida, seguiría a Chimo hasta donde me pidiera, porque me hace muy feliz.

Después la cena en el refugio, risas con los compañeros de mesa y sueño, mucho sueño que viene motivado por las fuertes emociones del día.

19 junio 2011

Madrugamos y conseguimos uno de los pequeños sueños de Chimo: recorrer el glaciar de mayor extensión de Pirineos. Lo primero es descender bastantes metros desde el refugio, desandando una parte importante del camino que ascendimos ayer para llegar a Bayssellance. Después debemos andar paralelos a una pared que parece pretender lanzarme al vacío. No se porqué ocurre en ese momento, pero me amilano y Chimo tiene que relajarme y hacerme aprender a ignorar mi miedo y vértigo, para así poder continuar la ruta hasta la base del glaciar, donde ya debemos calzarnos los crampones. Mis amigos recurren a sus tácticas para sacarme de ese atolladero en el que yo solita parezco haberme visto envuelta: Chimo a recordarme que soy fuerte, que puedo y que confía en mi; Agustín usa su camadería y paciencia infinita conmigo.
Al sentarnos para ponernos los crampones, descubrimos que es domingo! Nunca días atrás habíamos encontrado gente en las rutas y hoy parece haber salido de debajo de las piedras, junto a los armiños. Se desperdigan por el glaciar en decenas y todos, absolutamente todos, se dirigen a un único pico: Pico Longue, cuando el resto iguala en belleza a este, e incluso lo supera. Comenzamos la ascensión fuerte, realmente fuerte, pero que me dice una vez más que yo lo soy más. Cuantas veces me lo estas demostrando!
El Glaciar d’Ossoue es sencillamente, grandioso. Para recorrer su larga lengua, hay que salvar un desnivel y distancia considerables. Y es que el glaciar se prolonga más de lo que su soleada orientación podría permitir creer, cuando durante nuestra ascensión, los fuertes rayos de sol inciden sobre nuestras espaldas. El circo superior, es perfecto, aferrándose a las paredes del dilatado semicírculo rocoso que lo enmarca, Pico Montferrat, Pico Central, Pico Cerbillona y Pico Longue o Vignemale (en aragonés Comachibosa). En esa subida, aprendemos a obviar lo que no nos gusta del lugar: la multitud. Y de repente nos encontramos solos, como si no hubiera nadie más, subiendo y subiendo y decidiendo hacer el Central (3235 m) y el Cerbillona (3247 m) y dejando el Vignemale para otra ocasión (que no sea domingo por Dios!). Después, mientras escribo este texto, me doy cuenta de que hemos ido dejando cosas a nuestro paso para tener una buena excusa y poder volver pronto a Ordesa. Los mismos. El mismo grupo. Un auténtico equipo. Con una compenetración indescriptible.
Desde la parte superior del glaciar, desde el Pico Central, majestuoso, admiramos el glaciar y sus dimensiones. Nos acompaña un viento gélido que me hace temblar al encontrarme empapada por el esfuerzo, pero no cambiaría ese momento por nada: Chimo preocupándose de que me abrigue, los tres sopesando las fuerzas que me quedarían para la bajada por el glaciar, si subo al Cerbillona junto a ellos, mi valoración y acertada decisión de esperarlos a ambos a sus pies, la renuncia de Chimo a hacer cumbre por permanecer junto a mi, la gran dificultad técnica para que ambos suban y bajen una pared casi vertical y la visión del video que Agustín ha grabado en la cumbre y nos regala, como muestra de gratitud.
El descenso es largo y lo realizamos muy concentrados y pendientes de la gente que baja poniendo en riesgo su vida y la de los demás. Al llegar a la base y descalzarnos de los crampones, emprendemos la vuelta al refugio por un camino que es una senda- pedrera de muy difícil bajada. Elegimos ese, para no volver a pasar por el sitio donde me quedé atemorizada hace unas horas y porque a los tres nos gustan las experiencias nuevas y los caminos que requieren el uso de la técnica. Agustín se queja de las rodillas bastante, pero es fuerte y resiste. Chimo, desciende muy rápido, deslizándose, con esa gracia que le caracteriza en los lugares de piedra suelta y resbaladiza. Yo no tengo problemas, me muevo como pez en el agua. También me gustan mucho ese tipo de bajadas.
Al emprender la subida hacia el refugio, los tres sonreímos al ver lo fácil que resulta realizarla sin llevar el gran peso a la espalda con el que contábamos ayer, en la misma senda. Creo que eso hace que los tres, individualmente pensemos en nuestro esfuerzo y lo valoremos mucho más de lo que lo hicimos hace unas 30 horas. Aun así, al llegar arriba, solo queremos sentarnos en la puerta del refugio y bebernos una cerveza bien fría (natural! A temperatura del glaciar) y brindar ante nuestros logros. Al rato cenamos y los chicos montan la tienda, aunque antes remolonean bastante en el circulo de piedras. El cansancio hace mella también en ellos, pero los tres pensamos que realmente esto vale la pena.

20 junio 2011
Madrugamos y desayunamos a las 6. Desmontamos nuestra maravillosa tienda y emprendemos la que será la mas dura de las rutas en esta quincena: el regreso a España a través de la llamada Senda de los Mulos, no sin antes descender hasta el refugio de Oulettes de Gaube (2154 m) emocionados ante la visión de la cara norte del Vignemale. Disfrutamos de los crampones a lo largo de toda la bajada, de la visión de un serac que parece querer acabar de desprenderse en breve, y de una climatología y paisaje que adoro en la alta montaña: viento, frío, umbría y sol. No se porque extraña razón me gusta mucho más la montaña en condiciones que no sean perfectas. Una climatología dura hace que me crezca e intente con mucho mas ahínco superarme.
Empezamos la bajada por la ladera del valle, viendo en la paredes de enfrente el paso de los mulos que parece llamarnos y decirnos: ¿os atrevéis?. En el fondo del valle se vislumbra una tienda de calidad, amarilla “molona” y un poco más a lo lejos un refugio espectacular, al que decidimos llegar para tomar un café. Al continuar el camino, encontramos ya en la parte baja muchas piedras entre las que transcurre una buena corriente de agua procedente del deshielo. En uno de esos pasos me tuerzo el tobillo izquierdo y me hago daño pero me digo a mi misma que con las botas de alta montaña es imposible hacerse un esguince (me lo dijo Chimo y le creo) así que continuo pese al dolor. A medida que pasan los minutos el dolor se incrementa y de repente descubro que el cordón de la bota estaba desatado y mi tobillo puede moverse con facilidad dentro. Entonces me asusto, pensando en la posibilidad de un esguince y de fastidiar la ruta por mi culpa. Recuerdo la situación con Jaque en pascua así que decido continuar y no decir nada esperando a concluir la subida del puerto de los mulos y sin atreverme a sacar el pie de la bota por lo que pueda pasar. Llegamos al refugio pero no nos quieren dar café asi que realizamos unas fotos y seguimos. Nos lleva un rato cruzar el valle hasta la base del puerto de los mulos. Hay sitios magníficos para acampar, con los típicos círculos de piedra. Al comenzar a subir, descubrimos que la pendiente es realmente dura y pega un sol muy fuerte sobre estas rocas gigantescas sobre las que nos movemos. No se que tipo de piedra es, muy rojiza casi negra. Vemos marmotas moverse entre ellas jajaja. Agustín sube delante y cuando alcanzamos el tercio final cubierto de nieve toma una delantera increíble. Está fuerte y quiere demostrárselo a si mismo. Ahí tu, valiente! Chimo se queda conmigo y se le hace muy dura la ascensión con esos 30 kilos de peso a la espalda. Pero lo conseguimos. Los últimos metros los hacemos saliendo a la peor senda que he visto en mi vida, una senda de lajas enormes -como diría Paola-, sobre las que hay que saltar y muchas veces bajar de ellas haciendo uso de las manos. Agustín concluye ese tramo por la nieve pero Chimo decide que para nosotros es mejor la piedra y creo que acierta porque mis piernas parecen querer reventar en la subida por nieve.
Llegamos a la frontera. Españaaaaaaaaaaaaa! 2154 m! Hemos subido 437 m de desnivel en poco mas de 1 km! Y pienso, bueno aquí, si me pasa algo ya pueden socorrerme!. Al ir bajando hacia el valle del otro lado, les comento lo de mi pie. Chimo me descalza y me pone ibuprofeno. Esperamos un rato prudencial y cuando él observa que el pie no se inflama decidimos seguir. Al cabo de unos minutos el dolor ha desaparecido por completo aunque reaparece a las 2 horas pero más calmado.
La caminata por el valle final, puede conmigo. Dejamos a la derecha varios afluentes (Barranco Espeluns, Barranco de Bilu) y los valles de Ordiso y Otal (otra cosa pendiente para una próxima visita) y andamos kilómetros de pradera llenos de la mas diversa flora arvense. Existen unos ejemplares de Rododendron muy bonitos y fotografío uno de ellos. Mis amigos intentan hacerme reir y me apoyan pero llega un momento en que a Chimo le vence la paciencia y estallo. No he comido, bueno, en realidad debería decir que hemos malcomido un poco de magro y una lata de atún y no puedo más. No me quedan fuerzas para disfrutar la vegetación que tanto me atrae siempre y el río Ara, con su gran fuerza, parece no querernos permitir pasar a su otra vertiente (que es por la que deberíamos ir, pues todo el camino hemos andado por una senda que deja el río a su izquierda y no aparece en nuestro mapa). Pero Chimo consigue encontrar el paso-no por ello poco difícil, puesto que se ha de descalzar y cruzarme en volandas- Tengo que recurrir a cosas que no quiero: soltar la mochila y tomarme un sobre de cafeína. Al cabo de unos minutos parece que recupero algo de fuerza, que me dura un par de horas. Después, ya alcanzado el valle de Bujaruelo, que se me hace interminable, me viene de nuevo el bajón. Llegar al coche es un auténtico sufrimiento, al verme vencida física y anímicamente. En esos momentos solo pienso que estoy odiando Ordesa y que no estoy dispuesta a repetir una jornada como esta, salvo en caso de extrema necesidad. No comprendo porque Chimo se niega a acampar si llevamos tienda. No me gusta sufrir así y pienso que eso solo debe ocurrir en caso de entera necesidad. La travesía ha sido inigualable, pero esta etapa final querré borrarla de mi mente y no podré. Se que los segundos bellos serán los que a la larga perdurarán pero...se que esto no tiene ninguna razón de ser y no comprendo a Chimo ni a Agustín que solo quieren llegar.
Meses después, mis sentimientos cambiarán y pensaré que esta travesía fue mágica y que no me gustaría olvidar nada de ella, ni esa última etapa, tan siquiera. Vencí a mi mente, porque la concluí y aunque alguno después me haya tachado en muchas ocasiones de blandita porque tuvieron que llevarme la mochila, cada vez que eso sucede, sonrío para mis adentros porque solo mis 2 amigos y yo, sabemos lo que vivimos, lo que vencimos y cómo logramos superarnos los tres. Cada uno a su manera, cada uno a su ritmo, pero unidos, muy unidos.

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